La obesidad es una enfermedad sistémica, crónica, heterogénea, caracterizada por una interacción compleja de factores ambientales, psicosociales, genéticos, neuroendocrinos, etc.
En efecto, el tratamiento de la obesidad debe realizarse tomando en cuenta un enfoque multidisciplinario, por lo cual se hace imprescindible la integración de una perspectiva psicosocial en los equipos de trabajo.
Los factores psicológicos juegan un papel clave en el desarrollo y mantenimiento de la obesidad, aparecen como factor predisponente de la enfermedad, como un componente secundario y/o perpetuador de la misma.
La prevalencia de los trastornos psiquiátricos aumenta cuanto mayor es el grado de obesidad. Durante siglos, y hasta hace solo algunas décadas atrás, la obesidad se consideraba un signo de salud e incluso de abundancia y ostentación.
Al presente, nuestra sociedad está obsesionada con la delgadez, vivimos en un mundo obesofóbico que estigmatiza y discrimina a la persona que padece esta enfermedad.
El tratamiento integral, plantea como objetivo cambiar la calidad de vida, en lo que respecta a la conducta alimentaria, en lo atinente a las actividades físicas y el abordaje de los factores emocionales que repercuten en la obesidad.
El éxito terapéutico no apunta solamente a la reducción de peso, sino a fortalecer y desarrollar los aspectos biológicos, psicoemocionales, cognitivos y sociales, logrando un estilo de vida saludable y sostenible para el individuo y su familia.